
La Orden del Carmelo
La historia de la Orden del Carmelo se remonta al final del siglo XII, cuando unos hombres deciden de instalarse en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, para vivir una vida eremítica "en obsequio de Jesucristo".

"Acordémonos de nuestros Padres santos pasados ermitaños, cuya vida pretendemos imitar."
Teresa de Jesús
Obligados a trasladarse en Europa casi un siglo después, eligen al Profeta Elías como modelo de contemplación y acción: a él se inspiran en su celo ardiente por el Señor, pero también por su búsqueda del rostro de Dios, que se le revela en el "susurro de una brisa suave" (1 Reyes 18-19).
Elías es también para ellos modelo de intercesión: por su oración el Señor dona la lluvia al pueblo agotado por la sequía y devuelve la vida al hijo de la mujer que le acoge en su casa (1 Reyes 17-18)

Como otras Ordenes del tiempo, se ponen bajo la protección de la Virgen María y eligen el nombre original de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo". El escapulario, que era al principio una prenda de trabajo, llega a ser el símbolo de la pertenencia a la Orden, en el compromiso de seguir las virtudes y el ejemplo de la Virgen María, Madre y Reina del Carmelo.
El Carmelo
es todo de María

Teresa de Jesús (1515 - 1582) recoge la tradición del Carmelo y la renueva, poniendo como columnas de su nueva familia del Carmelo Teresiano:
- la oración como relación de amistad con Dios: "Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo maestro que enseñó la oración que vais a rezar? Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando. Y creedme, mientras pudiereis no estéis sin tan buen amigo" (Camino de perfección 26,1);
- el amor apasionado a Cristo: "Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco." (7 Moradas 4,8)
- el encuentro fraterno en pequeñas comunidades de hermanas en las que el amor se hace obra y servicio: "¡Oh, qué bueno y verdadero amor será el de la hermana que puede aprovechar a todas, dejado su provecho por los de las otras, ir muy adelante en todas las virtudes y guardar con gran perfección su Regla!" (Camino de perfección 7,8)
"Muera ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo
y para mí mejor que yo, para que yo le pueda servir.
El viva y me dé vida; El reine, y sea yo cautiva,
que no quiere mi alma otra libertad."
Exclamaciones del Alma a Dios, 17,3

A su lado, como discípulo, amigo y confidente, está Juan de la Cruz (1542-1591), el cantor de la belleza de Dios y de Su Amor apasionado por el hombre; gracias a su ayuda, Teresa podrá fundar también la rama masculina de la Orden.

"¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
¡cuán delicadamente me enamoras!"
Llama de amor viva, 4
Después de ellos, muchos otros santos han fecundado la tierra del Carmelo Teresiano, a partir de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897), Doctora de la Iglesia como Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.
Patrona de las misiones con San Francisco Javier, la "pequeña Teresa" ha revelado al mundo moderno el rostro misericordioso y compasivo de Dios.
No puedo temer a un Dios
que se hizo tan pequeño por mí...
¡Lo amo!...
¡porque sólo es amor y misericordia!
Carta al padre Bellière, 25.08.1897

Entre los otros frutos maduros de la tierra del Carmelo están Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein, 1891-1942), muerta en el campo de exterminio de Auschwitz durante el nazismo; Isabel de la Trinidad (1880-1906), Teresa de los Andes (1900-1920), Mariam de Jesús Crucificado, la pequeña árabe (1846-1878)... y muchos otros.
"Un alma unida a Jesús
es una sonrisa viviente
que le irradia
y le comunica"
Santa Isabel de la Trinidad
